La localidad de Rivera y sus Colonias cumplen hoy 113 años de su fundación

Durante la primera década del siglo XX, los judíos que eran perseguidos por el Zar Nicolás II de Rusia comenzaban a llegar a distintos lugares del mundo. En la Argentina se establecieron mayoritariamente en el sur de las provincias de Entre Ríos y de Santa Fe; eran campos comprados por la Asociación de Colonos Judíos (J.C.A.), con sede en Londres y dirigida por el Barón Mauricio de Hirsch.

Pero la última adquisición no fue la mejor, Hirsch nunca vio los campos y sus enviados compraron parcelas de un inhóspito terreno en el oeste bonaerense y este pampeano.

Allí se instalaron poco más de 3 familias, que después de años de perseverancia y tesón, lograron convertir esa tierra rala en un lugar próspero. De esas colonias nació Rivera. En 2006 tiene cerca de 3000 habitantes, aún cuando supo tener muchos más.

En los orígenes se halla la propiedad adquirida por la familia Leloir (Antonio Leloir era un vasco francés que desembarcó en Buenos Aires después de la caída de Napoleón) en las tierras nuevas conquistadas en 1879: 110.000 en el Partido de Adolfo Alsina y 30.000 contiguas en La Pampa.

El 30 de noviembre de 1904 ese bloque pasa por venta a la J.C.A. (en el Registro de la Propiedad, t. P. 209, encontramos el acta de venta de tres lotes (B 25, C 5 y 6) de La Pampa (30.000 ha), por parte de Federico Rufino Leloir a la J.C.A. el 30 de noviembre de 1906 por una suma total de 990.000 pesos m/n pagados al contado por el Banco Alemán Transatlántico)

La compañía se alegra de poder adquirir de un solo golpe un territorio tan vasto, pronto servido por cuatro líneas férreas que se reúnen en Rivera y lo comunican directamente con Bahía Blanca, la Ciudad de Buenos Aires y hasta Mendoza. La empresa no había percibido, en ese momento, el riesgo que presentaba la fuerte proporción de arenas en un suelo que todavía no había sido desmontado en una región tan seca y fría.

Es cierto que la J.C.A. precisaba espacio para ubicar a los judíos que huían en masa de los pogroms de la Rusia zarista en los años 1904-1905. Aquellos acontecimientos cambian el reclutamiento: aparecen los ricos, los que acumularon una pequeña fortuna en la única actividad no prohibida a los judíos, el comercio. De ese modo, un grupo de Novo Bug envía delegados a visitar la Argentina en 1904, quienes reservan el sitio de Leloir. El contrato firmado por ese grupo de futuros colonos con la J.C.A. por veinte años no deja de ser interesante: · Se atribuyen lotes de 150 hectáreas; · Por cada lote se debe hacer un depósito previo de 800000 rublos a la J.C.A; · Gastos de viaje a cargo de los colonos; · Adelanto de 300 rublos por parte de la J.C.A. para la construcción de la vivienda; · La repartición de los lotes se realizará por consentimiento mutuo, pero el grupo conservará su autonomía de decisión para la producción; · Se reservan en arrendamiento 6.000 ha para ubicar a los hijos del grupo inmigrante; deberán comprarse antes de que transcurran doce años.

Algunos colonos llegan a Buenos Aires en 1904 y se incorporan a las colonias ruso-alemanas de Coronel Suárez. Compran carros y se transforman en transportistas a pedido, mientras esperan la instalación en Leloir, que comienza en abril de 1905, después de que se libera el vasto galpón donde se realizaba la esquila de las ovejas y que se destina a alojamiento de los recién llegados. La mayor parte de ellos llega directamente a Carhué en un tren especial; allí se les unen sus camaradas de Coronel Suárez con sus carros, y toda una caravana se pone en marcha en Carhué hacia Leloir, a 55 kilómetros, donde 48 familias –192 personas- se hacinan en el galpón.

Rápidamente cada una de ellas se construye una especie de refugio cavado en la tosca y protegido por bloques de calcáreo (una zembanka). Cuando una familia tiene marcado su lote, construye su casa de adobe y comienza a trabajar la tierra. Todavía falta aprender a dominar el caballo y esa es la obsesión de los comienzos.

Se vive de la caza de venados y ñandúes; las provisiones se compran en Torroba Hermanos de Carhué y se recurre al monte, que se halla a aproximadamente 30 kilómetros al oeste, para extraer los postes y las estacas necesarios para alambrar. La vida se organiza.

La J.C.A había previsto una estructura colectiva que funcionara desde el principio: cada colono posee, además de su lote de 150 hectáreas, una parcela de 5 hectáreas, un quinta cercana de un caserío que reúne generalmente una decena de familias, y que se denomina “Colonia Novo Bug” pasa a llamarse Montefiore, Bogedorwka se denomina Barón Hirsch, Piarjana se vuelve Crémieux. Revive una sólida tradición comunitaria, todavía perceptible en nuestros días.

Fuente:www.wikipedia.com

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