“Massa, desde que asumiste hay 3.362.037 nuevos pobres, ¿sí o no?”
“Massa, desde que asumiste se triplicó la inflación, ¿sí o no?”
“Massa, desde que asumiste cayó 41% nuestro poder adquisitivo, ¿sí o no?”
“Massa, desde que asumiste es la primera vez que hay trabajadores, ¿sí o no?”
Las cuatro preguntas son verdaderamente interesantes y hubieran puesto en aprietos al candidato de Unión por la Patria en el debate presidencial. El problema es que no son consultas que le hizo su adversario, Javier Milei, sino que fueron cuatro interrogantes que posteó en Twitter Diana Mondino, la diputada de La Libertad Avanza que suena como gran candidata a convertirse en canciller si el libertario llega a ser presidente.
El problema es que el candidato es Milei y no Diana Mondino. Ella, como muchos de los dirigentes, consultores y hasta los simpatizantes de las redes sociales que acompañan a Milei desesperaron el domingo a la noche durante los primeros treinta minutos del debate presidencial. Se preocuparon porque Massa arrancó desde el primer segundo a ametrallarlo con preguntas que pusieron a su rival en un lugar dubitativo y a la defensiva
“Vas a anular los subsidios, ¿sí o no? Vas a privatizar Vaca Muerta, ¿sí o no? Vas a dolarizar, vas a eliminar el Banco Central, ¿sí o no?” El ministro de Economía inició el debate con el traje de un animador de TV que tenía como misión arrinconar a su rival.
Algo abrumado, Milei acudió enseguida a un recurso que le dio buenos resultados en su época de panelista en Intratables. Probó contraatacar levando el tono de voz hasta el grito, pero no le funcionó. “El debate es largo, Javier, no te pongas agresivo”, la sacudió Massa con gesto paternal, casi como si fuera a darle un abrazo. Pero su idea era mostrarlo así, nervioso y enojado.
Dicen los especialistas mundiales en debates presidenciales que las diferencias se hacen siempre en la primera parte, porque es la que la audiencia mejor recuerda. Si esa regla se traduce en votos, Massa habría logrado sacarle una ventaja a Milei que su postura de candidato recuperado en la segunda hora no alcanza para llegar a un empate. Es un resultado que, posiblemente, impacte sobre el voto de los indecisos o de quienes rechazan las figuras de los dos candidatos y no se conforman con votar en blanco.
Como le sucedió a Diana Mondino, otros muchos integrantes del equipo de Milei se preguntaron después del debate. ¿Por qué no sacó a relucir otra vez el escandaloso caso de Martín Insaurralde? ¿Por qué no insistió un poco más con la inflación? ¿Por qué no exploró la trama imperdonable de la red de espionaje que complica al kirchnerismo, a La Cámpora y Agustín Rossi?, el compañero de fórmula de Massa que sufrió por esa cuestión durante el debate de los vices frente a Victoria Villarruel.
Por un momento, pareció que Milei se recuperaba rápido.
“Yo expreso con pasión la indignación que tenemos los argentinos”, se animó el libertario, tentado con desplegar el arsenal agresivo con el que llegó a disputar el balotaje presidencial del domingo próximo. Pero Massa no lo dejaba respirar. “Yo entiendo que hiciste tu carrera como estandapero en la tele”, disparó sobre la herida de su rival. Esa primera media hora mostró a un candidato que dominaba el centro de la escena (Massa) y otro que no encontraba el modo de defenderse.
Para colmo de males, los dos personajes que eligió Massa para la confrontación le dieron un rédito significativo. El primero fue Margaret Thatcher, una vieja conocida de los argentinos. Antes de saber que podía competir hasta la última instancia por la presidencia, Milei la solía poner como ejemplo de estadista.
El problema es que Thatcher no alcanzó el prestigio de Winston Churchill ni la popularidad de Lady Diana Spencer. La ex primera ministra, a la que llamaban “La Dama de Acero” fue la encargada de dar la orden para que el submarino británico Conqueror lanzara su torpedo contra el Crucero General Belgrano y matara a 323 soldados argentinos que navegaban fuera de la zona de exclusión marcada por los británicos. Thatcher nos recuerda uno de los peores momentos de la historia reciente a los argentinos y su imagen quedará para siempre asociada a la muerte de tantos chicos combatientes en el sur. Fue otro acierto de Massa haberla llevado hasta el centro del debate después de que Mondino, justamente, entrara a la polémica de Malvinas al hablar de la posibilidad de escuchar los intereses de los isleños. Los kelpers, se sabe, tienen un solo interés: la autodeterminación para no ser argentinos bajo ninguna circunstancia diplomática futura.
El otro personaje global sobre el que insistió Massa fue el Papa Francisco. Milei ya había reculado en el debate anterior a la primera vuelta electoral, cuando el candidato oficialista lo presionó para que le pidiera disculpas al Pontífice argentino por haberlo llamado hasta hacía poco “el representante sobre la tierra del Maligno”. Aquella vez, Milei había sorprendido al pedir disculpas, pero Massa volvió a trabajar sobre el mismo flanco débil para que el libertario volviera a mostrarse en retroceso.
El receso más largo le permitió a Milei cambiar ideas con sus asesores y salir a la segunda hora y cuarto del debate con una actitud diferente. Le apuntó un poco más a las cuestiones económicas que complican al ministro-candidato y hasta se permitió alguna frase irónica para darle sustento a los memes en las redes sociales, una tendencia que juega su papel de diversión en las redes sociales pero que marca el clima de lo que sucedió.
Sin dudas, la más celebrada por el público de Milei (una legión tan inexperta como furibunda) fue la frase en la que lo relacionó a Massa con Pinocho, el muñeco de madera que la fábula infantil identifica con la mentira. “Si fueras Pinocho, ya me hubieras lastimado un ojo”, lo chicaneó. No habrá sido aquel “gatito mimoso del capitalismo” que le dedicó la diputada trotskista Myriam Bregman para convertirse en trending topic, pero la creación del carpintero Gepetto le devolvió un poco el ánimo a la escudería Milei, golpeada por el inicio arrollador de Massa.
La pregunta del millón es cuánto define un debate presidencial a una semana de las elecciones. Está claro que la mayoría de los votantes de los dos candidatos ya decidieron que repetirán su voto hayan visto o no el debate. Y que el foco de los reflectores está puesto sobre aquellos que votaron a Patricia Bullrich, a Juan Schiaretti, a Bregman y a los que votaron en blanco porque no los conforma ninguno de los dos. En un debate que vieron cerca de cinco millones de personas, Massa podría lograr alguna ventaja en una elección de segunda vuelta que se espera muy pareja.
Hay algo que resulta irrefutable. Massa fue quien debió pasarla mal y el que la pasó peor fue Milei. Es solo una fotografía, claro. Y en estos tiempos de velocidad digital, una imagen congelada está lejos de establecer con claridad quien puede ser el próximo presidente. Pero le otorgó un resquicio al ministro de Economía.
Con una inflación anual de tres dígitos, con una pobreza pasando largo el 40% y con el dólar esperando el momento de distracción argentina para saltar de nuevo por los aires, Massa disfrutó del debate como si fuera un candidato opositor. En estos siete días, Milei deberá multiplicar el esfuerzo para demostrar que es algo más, mucho más que otro personaje excéntrico jugando al juego cruel y peligroso de la política.
Fuente: Infobae
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