Javier Milei no está solo en una región ideológicamente dispersa. Su inesperada victoria en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) generó un salto inédito en la creciente extrema derecha de América Latina.
Ya no se trata solo de un fenómeno en auge en el primer mundo. Donald Trump en Estados Unidos, Vox en España, los Hermanos de Italia de la premier Giorgia Meloni, Ley y Justicia en Polonia, el Fidesz del presidente de Hungría Viktor Orban, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia y el gubernamental Partido de los Finlandeses no son modas aisladas. El mundo es hoy testigo de una manifestación concreta de un descontento profundo con las elites políticas tradicionales que tiene su correlato en América Latina.
En esta parte del planeta no solo sonríe Jair Bolsonaro en Brasil. También los seguidores de Paraguayo “Payo” Cubas, el tercer candidato presidencial más votado en las últimas elecciones de Paraguay. Y ni hablar de los ultraconservadores del Partido Republicano, fundado por el expostulante a la Casa de la Moneda, el pinochetista José Antonio Kast, en Chile.
“Estos movimientos tratan de entretejerse los unos con los otros. Veremos cómo (Milei) va a ir interactuando con otros liderazgos en la región, pero obviamente todos tratan de potenciarse mutuamente”, dijo a TN el analista internacional Andrei Serbin.
La ultraderecha crece al mismo tiempo que se potencian las demandas sociales, las crisis y el descontento
Bolsonaro fue el primero en sentar un precedente que la izquierda tradicional juzga como peligroso. Nayib Bukele, en El Salvador, simboliza la ultraderecha populista admirada por sus seguidores por las políticas de mano dura en su “guerra total” a las pandillas. No importa cuántas denuncias por violaciones a los derechos humanos recaigan en su despacho, su popularidad alcanza el 90% según sondeos coincidentes.
Bukele logró, en poco más de un año, lo que los políticos tradicionales no alcanzaron en más de tres décadas. Más allá de sus controvertidos métodos y su férreo control de los tres poderes del Estado, los salvadoreños valoran hoy la pacificación que vive su país. El hartazgo elevado a la enésima potencia, en un país dominado históricamente por la criminalidad y las mafias, puso bajo la alfombra a los derechos más esenciales.
Los salvadoreños ya avizoran su reelección en febrero de 2024. El tribunal constitucional, la máxima autoridad judicial dominada por el presidente, le dio el visto bueno para presentarse a las elecciones, más allá de que la Constitución lo prohíbe.
“Milei es una continuación que hemos estado viendo en toda la región en los últimos años. Tenemos amplios sectores de la población que se ven sumamente frustrados con la incapacidad de la dirigencia política tradicional de entender, captar y canalizar demandas sociales y convertirlas en políticas públicas”, resumió Sebin.
Así surgieron movimientos de la “antipolítica”, ultraderechistas o simplemente “outsiders” sin partido ni estructura detrás, en una región con elevados niveles de desigualdad y hartazgo social. Pero también hubo estallidos como los que sacudieron Chile en 2019 y que decantaron en un gobierno de izquierda encarnado por Gabriel Boric. Paradójicamente, su proyecto emblema de reforma constitucional le asestó un durísimo golpe ideológico: tras las elecciones de mayo, el nuevo Consejo Constitucional quedó dominado por la ultraderecha de Kast, un defensor de la dictadura de Augusto Pinochet.
Ahora Chile debe escribir una nueva Constitución para desterrar la heredada del régimen militar. Lo hará bajo un fuerte predominio de los sucesores ideológicos del dictador. Solo cuatro años después de una virtual rebelión popular que casi tumba al entonces presidente conservador Sebastián Piñera, el país está hoy frente a la paradoja de cambiar para que cambie poco o nada. El descontento popular no conoce de ideologías.
Los “outsider” de América Latina y el caso de Fernando Villavicencio
Otros países decantaron su frustración social en figuras “antipolíticas”. Ese fue el caso del periodista y candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, asesinado a balazos el miércoles pasado en Quito. Fue reemplazado por su amigo y colega Christian Zurita, a pocos días de las elecciones del domingo próximo en Ecuador.
Zurita -como Villavicencio antes- representa al ala más dura del “anticorreismo”, del expresidente Rafael Correa.
Otros países imitaron este fenómeno “anticasta”. El militar Guido Manini Ríos logró posicionarse en Uruguay. Fue comandante en jefe del ejército entre 2015 y 2019 hasta que fue dado de baja por cuestionar el modo en que el Poder Judicial trató los casos de militares acusados de violar los derechos humanos durante la dictadura militar (1973-1985).
Hoy, es senador nacional y fue candidato a presidente en 2019, cuando consiguió el 11% de los votos. Su nobel partido Cabildo Abierto participa en la coalición de gobierno del presidente Luis Lacalle Pou.
En Perú irrumpió el actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga. Empresario y miembro del Opus Dei, es líder de la ultraderechista Renovación Popular. Fue electo jefe de gobierno en los comicios municipales de 2022. “Porky”, como le gusta que lo llamen, defiende la ideología provida y rechaza el matrimonio igualitario, la adopción homoparental, el uso de anticonceptivos y la educación sexual en las escuelas. Además, reconoce que se autoflagela todos los días y que reprime sus deseos sexuales pensando en la virgen María para respetar su celibato.
Su próximo paso será buscar la presidencia en un país convulsionado por las protestas sociales tras la caída de Pedro Castillo y la dura represión del gobierno de su sucesora, Dina Boluarte.
Milei quiere ahora suceder a Bolsonaro y liderar un movimiento libertario en la región. El expresidente colombiano Ernesto Samper resumió desde su cuenta de X, la antigua Twitter, los peores temores de la política tradicional”: “El triunfo del Bolsonaro argentino, Javier Milei, es una derrota del progresismo y de la derecha tradicional representada por Mauricio Macri. Queda en manos del peronismo, liderado hoy por Sergio Massa, apoyado por Axel Kicillof, la gigante responsabilidad de evitar que llegue el fascismo a la Argentina y veamos mañana a Nayib Bukele y Trump caminando por la Avenida de Mayo”.
Fuente: TN
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