El dólar amaga con dispararse, las facturas de luz, gas y otras yerbas no amagan, se dispararon, los productos básicos de la canasta familiar también.
La respuesta de los “entendidos” es siempre la misma… en el segundo semestre vamos a estar mejor y ya van cuatro semestres larguísimos esperando que llegue el segundo.
Mientras esto ocurre la soberbia rebalsa por las cuatro esquinas en un gobierno que aprovecha el apoyo obtenido en octubre por parte del electorado, de la ya casi desaparecida clase media argentina, para tomar medidas que permanentemente atacan al bolsillo de sus votantes más fieles.
Es una tradición que los que siempre sufrimos los experimentos de la clase política y económica argentina, somos los del medio, los que trabajamos diariamente para sostener una carga impositiva asfixiante que es generada para sostener los excesos de un legión de inoperantes, advenedizos y oportunistas que viven de un estado cada día más glotón y egoísta.
La viveza criolla típica, de gente que no tiene necesidades pues cobra sueldos cinco o seis veces mayores a los de cualquier empleado privado, hace que nos enojemos cada día más.
Las facturas de los servicios públicos las dividen en dos pagos en el mismo bimestre por lo tanto creen que así nos va a doler menos.
Los servicios públicos siguen siendo la misma porquería de siempre con las mismas o peores falencias.
El estado que iba a convertirse en eficiente, sigue fagocitando todo a su alrededor y encima se acumula una multimillonaria deuda para realizar obras públicas que supuestamente son para mejorar nuestra vida diaria, pero resulta que nadie explica cómo y quiénes van a pagar esas obras… la respuesta es sencilla: la clase media con su esfuerzo y la clase baja con su dolor.
No es de impaciente, pero deberían saber los cráneos que asesoran al Presidente Macri que ya pasaron dos años y es tiempo de que tomé alguna medida que haga que quienes trabajamos todos los días podamos pensar que tiene sentido hacerlo.
DOMINGO SAN ROMAN
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