Las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) entran en horas decisivas. A 19 días del vencimiento del plazo para pagar US$2600 millones, el Gobierno no tiene los fondos y busca que el organismo acepte redefinir el acuerdo.
Con ese objetivo, el equipo económico integrado por Leonardo Madcur, Gabriel Rubinstein y Lisandro Cleri viajan este miércoles a Washington. Buscan terminar de cerrar los detalles finales del entendimiento, tras tres meses de discusiones, con una flexibilización de las exigencias del organismo.
La llegada de los funcionarios argentinos a la capital estadounidense coincidirá este jueves con la conferencia de prensa habitual que da en la sede del FMI en Washington la portavoz del organismo, Julie Kozack, quien fuera negociadora directa con Martín Guzmán al momento de firmar el acuerdo por la deuda y en las revisiones hasta fines de 2022.
En Washington ya saben que, por la sequía extrema y la caída de la recaudación, Sergio Massa no tiene margen para cumplir con las condiciones pactadas del acuerdo en este trimestre. Por eso, el FMI exige un salto del tipo de cambio oficial y acomodar otras variables para que el país pueda alcanzar las metas. Por más que el ministro de Economía recorte el gasto, el déficit se hace imposible de cerrar.
La semana pasada, el Palacio de Hacienda postergó los tres pagos al Fondo previstos para julio -U$S1294 millones para el 9 de julio, US$647 millones para el 14 y US$680 millones para el 28- en un intento por ganar el tiempo suficiente para alcanzar un entendimiento con el organismo y conseguir un desembolso para compensar ese vencimiento.
Esta es la segunda vez consecutiva que el Gobierno hace uso de la opción de aplazar los pagos con el Fondo: en junio unificó dos compromisos por US$2700 millones, que se abonaron el viernes 30 de ese mes. Ese pago se hizo en parte con yuanes, provenientes del swap con China.
En Economía se resisten a aceptar abiertamente las exigencias del Fondo en plena campaña. Desde el punto de vista económico, aceptar una devaluación brusca entrañaría peligros para una economía frágil.
Pero con una inflación altísima, que empieza a acercarse al 150% anual, el riesgo de que los índices se disparen sería enorme. Esto, claro, sumado a las consecuencias que traería aparejadas en los números del empleo y de la pobreza.
La ecuación tampoco cierra desde lo político: para Massa una devaluación abrupta equivaldría a precipitar una crisis económica aún mayor y sentenciaría al fracaso a su candidatura y al proyecto de la fuerza que lidera, Unión por la Patria.
Por eso pese a las complicaciones que se dieron en la negociación, es muy probable que se concluya hacia el fin de semana. A contra reloj. Así la Argentina podría obtener un waiver (un perdón del organismo) por los incumplimientos de las metas del primer y segundo trimestre, y acceder a los derechos especiales de giro (DEG) que necesita para repagarle al propio FMI.
La intención de Massa es conseguir un “préstamo puente” que le permita al Gobierno llegar con dinero suficiente a diciembre y evitar cualquier presión sobre el dólar. En el Palacio de Hacienda saben que la estabilidad cambiaria en meses de elecciones depende de conseguir el adelanto de esos desembolsos.
En caso de que el acuerdo siga sin aparecer, Massa recurrirá otra vez a los yuanes del swap con China, de la que espera esta semana la aprobación formal de la autorización por el segundo tramo de libre disponibilidad.
Fuente: TN
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