No faltaba nadie. No importaron las viejas afrentas ni las cuentas pendientes entre ellos. No importó que Cristina Kirchner jamás lo mencionara a Alberto Fernández durante su discurso, ni que escondiera su sonrisa avergonzada detrás del abanico cuando se autoelogiaba el Presidente. Ni importó que los videos viralizados resonaran todavía en las redes sociales con la voz de Sergio Massa prometiendo la cárcel para los ñoquis de La Cámpora.
La necesidad electoral tiene cara de hereje. ¿Qué mejor fecha además que la de un domingo de celebración patria? El peronismo, subsumido en la categoría inferior del kirchnerismo, escondió por un par de horas sus miserias de confrontación.
Desde que Massa tomó el ministerio de Economía en medio del infierno cambiario de la Argentina, se puso como objetivo electoral la inauguración de un tramo del gasoducto que venía de Vaca Muerta. Eran 573 kilómetros desde Tratayén, en Neuquén, hasta Saliqueló, en la provincia de Buenos Aires. La obra llenaba todos los requisitos necesarios para su proyecto político.
Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa
1.- El Gasoducto se llamaba Néstor Kirchner, y era una debilidad de Cristina y de Máximo. Ideal para meterse en el bolsillo la desconfianza de la Vicepresidenta y del kirchnerismo más duro.
2.- Lo había licitado Mauricio Macri el 31 de julio de 2019, poco antes de terminar su gobierno y 11 días antes de las PASO en las que fue vencido por Alberto y Cristina. Como le sucedió con otros proyectos, el ex presidente no llegó a cambiarle siquiera el nombre. El macrismo terminó a destiempo pidiendo los derechos de autor.
3.- Alberto Fernández dio de baja la licitación lanzada por Macri y, durante tres años, jamás logró poner en marcha el proyecto. Massa aprovechó para marcar diferencias con la gestión irresoluta del Presidente. Y tomó el control de la iniciativa.
4.- Pero lo más importante del Gasoducto, era que servía como pantalla para dejar en un segundo plano los tres grandes déficits de la gestión de Massa en Economía: la inflación anual de tres dígitos; la evaporación de las reservas monetarias y la demora en las negociaciones con el FMI. Por eso, aceleró la construcción del tramo con las empresas constructoras y los gremios involucrados.
La construcción del gasoducto Nestor kirchner
La primera fecha prevista para la inauguración era la del Día de la Bandera, el 20 de junio. Pero los tramos de los caños del gasoducto no estaban terminados y, lo más importante, no estaba definida la candidatura presidencial de Massa. Cristina y Máximo soñaban todavía con promover al ministro fusible, Wado De Pedro, y Alberto Fernández fantaseaba con hacerle la interna al kirchnerismo empujando a Daniel Scioli y a Victoria Tolosa Paz.
Ya se sabe como terminó todo aquello. Massa se convirtió en el candidato a presidente del kirchnerismo; Alberto comenzó una transición en la que concurre a la Casa Rosada para tener reuniones sociales y a Juan Grabois le dieron el papel de rival interno para contener a algunos descarriados tentados por votar a la izquierda. La crueldad del aparato comunicacional le hacía primeros planos el domingo al manager de la pobreza preferido del Papa Francisco, que había arrancado con ínfulas de castigar a Massa por ser el candidato del Círculo Rojo. Como todos, debió tragar la cicuta cuando Cristina se puso a elogiar a su enemigo.
En términos políticos, lo más importante para Massa y Cristina Kirchner fue construir la foto de unidad a 35 días de las PASO. Además del Presidente, estuvieron allí Máximo Kirchner, Axel Kicillof, el comodín Grabois y presencias conmovedoras como la de Pablo Moyano. Quienes estaban a su lado, acababan de aniquilar a su padre, Hugo, a quien dejaron afuera de cualquier espacio en la interna salvaje del peronismo por haber hecho causa común con Alberto y Scioli. Pero Pablo igual se abrazaba feliz con sus verdugos. Indulgente, Perón sonreía desde el cielo.
Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa en Saliqueló
Si hasta hubo en medio de la algarada kirchnerista un espacio para la reivindicación de Julio de Vido. Fue el ministro de Planificación de Néstor y Cristina, y estuvo preso dos años por fraude al Estado, a lo que sumó una condena a prisión de cinco años y ocho meses por la tragedia ferroviaria de Once. No entró en la foto por estar con detención domiciliaria, por suerte para Massa, pero se llevó también un elogio de la Vicepresidenta a la que De Vido (y su esposa) maldecían furiosos desde la cárcel.
Lo cierto es que Massa logró el objetivo de la foto peronista detrás de su candidatura presidencial. Con Cristina y con Alberto, que se dio el gusto de reivindicar su gestión ausente y hacer el discurso más extenso de los tres que coronaron la puesta en marcha del gasoducto. “Mejor unidos que Juntos”, fue la frase final del Presidente, poniendo en blanco sobre negro la idea que sobrevolaba la reunión de tantos enemigos en pocos metros.
El ministro candidato sabe, y así se lo ha dicho a su equipo y al resto de los candidatos de Unión por la Patria, que su única chance de victoria es disimular la gestión desastrosa del gobierno de Alberto y Cristina con la exhibición del cuadro de ruptura interna que muestra Juntos por el Cambio desde que se lanzó la campaña electoral. “Nosotros somos horribles, pero ellos no pueden ni juntarse para la foto”, explica uno de los estrategas del candidato oficialista.
Si la descripción cinematográfica del descalabro argentino tuviera música de Andrés Calamaro, el título sería Honestidad Brutal.
La interna más fuerte en Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich
Detrás de la batalla de fracasos en la que compiten el Gobierno y la coalición opositora, hay que admitir una certeza. La interna de Juntos por el Cambio camino a las PASO ha sobrepasado todos los límites imaginables de auto destrucción en la disputa previa al 13 de agosto.
Horacio Rodríguez Larreta ha descubierto (tal vez tarde) que las críticas directas a Mauricio Macri le restan en la intención de voto. Y Patricia Bullrich hace campaña criticando la gestión de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires (con sus déficits, quizás la de mejor estándar del país) y la situación de las escuelas porteñas, las que se mantuvieron abiertas durante la pandemia después de un recurso judicial ante la ofensiva K.
El otro territorio donde la interna de Juntos por el Cambio se ha vuelto sangrienta es la provincia de Santa Fe, que el domingo próximo tendrá en las PASO enfrentados a la senadora Carolina Losada (con apoyo de Macri y de Bullrich) y al dirigente radical Maximiliano Pullaro (con respaldo de Rodríguez Larreta y de Gerardo Morales). La legisladora ha criticado a su rival por supuestos vínculos con el narcotráfico, en una provincia que sufre desde hace años el crimen organizado y la amenaza narco.
Son varios los dirigentes opositores que se alarmaron por la violencia de la disputa interna en Santa Fe, pero uno de ellos lo hizo público. En una entrevista con la agencia Noticias Argentinas, el auditor peronista y candidato a diputado cambiemita Miguel Angel Pichetto se preguntó sin anestesia.
La provincia de Santa Fe en las PASO el enfrentamiento de la senadora Carolina Losada (con apoyo de Macri y de Bullrich) y al dirigente radical Maximiliano Pullaro (con respaldo de Rodríguez Larreta y de Gerardo Morales)
“Si vos creés en serio que el otro es narco, ¿para qué estás en ese frente político? ¿Porqué no construiste un proyecto propio con un partido nuevo y una base política que te permita presentarte ante la sociedad sin ningún tipo de relación que te contamine?”, le disparó Pichetto a Losada desde su experiencia, en un intento por encontrarle a la pelea interna algo de la racionalidad perdida.
La única verdad es la realidad. Rodríguez Larreta y Bullrich ensayaron una foto juntos pocos días antes de la elección en Córdoba, en la que Juntos por el Cambio fue derrotado. El transcurso del tiempo empeoró las cosas. Esa foto hoy es imposible, y mucho más si se piensa en una imagen que incluya a Mauricio Macri, quien ha roto su vínculo con el jefe de gobierno porteño y a quien quiere afuera del círculo de poder opositor.
Como bien señala Pichetto y temen muchos empresarios, cuesta cada vez más imaginar a la coalición opositora reparando las heridas de semejante confrontación interna. La frase remanida de que “el 14 de agosto nos juntamos todos a tomar una café” empieza a adentrarse sin remedio en el territorio de la utopía.
Esas diferencias en la oposición le han permitido al Gobierno, por ejemplo, tener vía libre para utilizar la inauguración del gasoducto de Vaca Muerta en la campaña electoral. Cristina Kirchner habló de soberanía energética sin recordar que durante su mandato presidencial comenzó la importación masiva de energía en barcos regasificadores a precios muy altos, que llevaron a la Argentina de ser auto suficiente a sumar más de 13.000 millones de dólares de balanza energética deficitaria.
Con una relación madura y responsable entre el Gobierno y la oposición, hasta la expropiación conflictiva de YPF a la petrolera Repsol se podría haber ejecutado con menores costos para la Argentina y sin quebrar, como se quebró, la relación diplomática y comercial con España. La decisión inexperta del entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, le costó a los argentinos más de 15.000 millones de dólares con bonos de deuda hasta el 2037.
Quién sabe. En otra realidad, la inauguración del tramo del gasoducto de Vaca Muerta hasta se podría haber hecho con funcionarios del Gobierno y con dirigentes opositores. Porque uno de ellos, el que triunfe en las elecciones, es el que tendrá la oportunidad de regresar al superávit la ecuación energética.
Es lo que habría sucedido en una Argentina normal. En una tierra de hombres y mujeres preocupados por el presente y por el futuro. Pero ese país, lamentablemente, hoy no existe.
Fuente: Infobae
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