Chaco, Jujuy, Scioli y esos días en los que a Cristina todo le sale mal

Esta semana debió ser muy diferente para Cristina Kirchner. El 20 de junio no solo tenía que celebrar el Día de la Bandera. Sergio Massa tenía que inaugurar el gasoducto al que llamaron Néstor Kirchner como candidato único a la presidencia por el Frente de Todos.

Axel Kicillof tenía que cambiarle al aceite al Clío de la campaña anterior y recorrer la provincia de Buenos Aires para buscar la reelección. La inflación tendría que haber bajado del 3% mensual. Y el FMI ya debería haber girado los dólares necesarios para contener el tipo de cambio y alejar como fuera el fantasma de otra corrida financiera.

Si todo eso hubiera ocurrido, Cristina hasta podría haber gritado algún discurso anti imperialista. O podría haber escrito seis o siete tuits flamígeros contra el Fondo Monetario. Habría sido suficiente con un lugar para Máximo en la lista de diputados y una lapicera caprichosa para digitar el resto de las candidaturas. Total, hacía 20 años que el peronismo asumía su liderazgo con docilidad.

Pero las cosas no están saliendo en estos días como quiere Cristina. La desaparición de Cecilia Strzyzowski en el Chaco y las sospechas cada vez más firmes sobre la posibilidad de un femicidio con final siniestro, sumado a las vinculaciones con el caso que complican cada vez más al activista piquetero Emerenciano Sena, a su esposa Marcela Acuña y a su hijo César (pareja de Cecilia), terminaron por convertir la elección primaria del último domingo en un desastre electoral para el gobernador Jorge Capitanich, uno de los preferidos de Cristina.

Jorge Capitanich no tuvo las elecciones esperadasJorge Capitanich no tuvo las elecciones esperadas

Como ya sucedió en Tucumán con la denuncia contra José Alperovich por abuso sexual contra su sobrina, o con otros casos menos relevantes, el kirchnerismo volvió a ejercer un silencio atroz sobre la desaparición de Cecilia. Ninguno de ellos fue capaz de reclamar siquiera una investigación exhaustiva para saber que pasó con la joven. Cuando son los aliados políticos los que aparecen complicados en delitos de abusos, el kirchnerismo se calla y nadie vulnera la regla para hacerle el juego al enemigo.

El resultado electoral de las primarias en el Chaco llenó de preocupación a Cristina y a sus colaboradores más cercanos. La derrota provisoria frente a la suma de los dos candidatos a gobernador de Juntos por el Cambio (Leandro Zdero y Juan Carlos Polini), y el voto negativo de la mitad de la sociedad chaqueña (41% de abstenciones y 11% de voto en blanco) encendieron todas las alarmas en el kirchnerismo. ¿Es el preanuncio de una ola opositora en el resto del país? Una cosa es perder algunos distritos y resignar espacios de poder. Pero otra cosa muy diferente es correr el riesgo de desaparecer del mapa político.

Por eso, los resortes defensivos del kirchnerismo se activaron con velocidad cuando detectaron que las demandas salariales de un sector docente y los reclamos de la izquierda piquetera y del activismo indigenista confluían en una provincia gobernada por un dirigente opositor. Cristina habilitó la ofensiva y los kirchneristas se lanzaron en blitzkrieg contra Gerardo Morales. Se trataba del gobernador que había ratificado su poder en las elecciones del 7 de mayo último (su ministro de Economía, Carlos Sadir, fue electo gobernador) y el que mantiene aún su intención de ser candidato a presidente.

Podrían haberlo hecho con mayor discreción, pero ni Cristina ni el kirchnerismo son lo que fueron. Enviaron a Jujuy al secretario de Derechos Humanos, el polémico Horacio Pietragalla. Hijo de guerrilleros montoneros (el padre muerto en 1975 bajo el gobierno de Isabel Perón, y su madre muerta durante un operativo de la dictadura militar en agosto de 1976), apropiado y restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo, el funcionario levantó su perfil cuando debió negociar por la ocupación de propiedades en Villa Mascardi a manos de activistas pseudo mapuches, y respaldó la posición violenta de los ocupantes dejando desguarnecidos a los propietarios de casas y terrenos.

Los manifestantes se acercan a un automóvil mientras otro arde volteado durante una manifestación en San Salvador de Jujuy (Foto AP/Juan Burgos)Los manifestantes se acercan a un automóvil mientras otro arde volteado durante una manifestación en San Salvador de Jujuy (Foto AP/Juan Burgos)

Pietragalla estuvo en Jujuy el 20 de junio para respaldar los reclamos de quienes atacaron la Legislatura jujeña, y denunciar la represión de la policía provincial contra los atacantes. Se convirtió en el nexo entre los manifestantes locales y algunos dirigentes nacionales que asistieron la logística y el financiamiento de los revoltosos. El punto de mayor fricción fue la reforma de la Constitución provincial, sobre todo el nuevo artículo que declaraba prohibidos los cortes de ruta que obstaculizaran el libre tránsito por tierra, aire o mar del resto de la ciudadanos.

Morales, quien no solo preside la UCR desde hace dos años, sino que interviene activamente en la interna de Juntos por el Cambio cercano al sector del PRO que lidera Horacio Rodríguez Larreta, salió a confrontar rápidamente el intento kirchnerista de incendiarle la provincia. Denunció a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner como los responsables de la intifada jujeña. Y prometió ofrecer pruebas de los nexos entre el Gobierno nacional y los activistas locales, acusando a los atacantes de golpistas.

El hecho de que Morales haya ganado las elecciones en Jujuy, y conformara una mayoría legislativa con un sector del peronismo jujeño para avalar los cambios en la Constitución provincial, no detuvo para nada a los atacantes ni a sus aliados porteños. En los incidentes se nuclearon activistas kirchneristas, de la izquierda tradicional con amplia experiencia en la batalla callejera y dirigentes indigenistas, replicando el clima y la misma algarada violenta que sacudió el Congreso Nacional a fines de 2017 por los cambios mínimos en el polinomio matemático con el que se pasó a calcular la jubilación.

Cristina le respondió a Morales con un apotegma macrista que había vuelto célebre el ex jefe de gabinete, Marcos Peña: “Hagansé cargo”, pidió la Vicepresidenta por las redes sociales, y se subió a los planteos del Comisionado de Derechos Humanos, Jan Jarab, y al más exótico del director de cine James Cameron, el creador de Titanic, Avatar y otros éxitos, quien había participado con Morales de un acto en el Parque Solar Cauchari, y que después se asustó y se retractó cuando activistas indígenas le dijeron que estaba apoyando la extracción del litio. “Me tendieron una emboscada”, se quejó el canadiense, a tono con el virus woke que avanza sobre Norteamérica.

El embajador argentino en Brasilia se le plantó a la alianza del kirchnerismo y el Frente Renovador de Sergio Massa (Foto NA: Juan Vargas  zzzz)El embajador argentino en Brasilia se le plantó a la alianza del kirchnerismo y el Frente Renovador de Sergio Massa (Foto NA: Juan Vargas zzzz)

Fiel a su estilo, Cristina no lo dejó respirar a Morales. “Hasta James Cameron se dio cuenta”, lo provocó en su mensaje en las redes. ¿Quién sabe? Como Terminator, la batalla jujeña de la política argentina quizás finalice algún día formando parte de la extensa obra cinematográfica de Cameron. Sería la imagen del declive, la ópera bufa de los homenajes artísticos que ya recibió la vida de Eva Perón.

Criticado por haber conformado una alianza con Sergio Massa para gobernar Jujuy en 2015, Morales recupera con el ataque kirchnerista el aura de dureza que ganó cuando resistió las presiones del kirchnerismo para indultar a la activista Milagro Sala, condenada por la Justicia provincial a trece años de prisión por fraude al Estado y violencia agravada. El propio presidente, Alberto Fernández, le planteó en varias oportunidades que liberara a Sala, pero el Gobernador se mantuvo firme.

El búmeran político de Cristina en Jujuy logró que Morales saliera fortalecido de los episodios violentos contra la Legislatura provincial. Mientras Patricia Bullrich acaba de elegir como precandidato a vicepresidente de su fórmula al ex diputado mendocino, Luis Petri, crece la expectativa para que Morales termine conformando un tándem con Rodríguez Larreta que abone aquella teoría de las fórmulas presidenciales cruzadas entre el PRO y la UCR para definir la impiadosa interna de Juntos por el Cambio.

Porque si el flanco débil de la coalición opositora en los últimos meses había sido la confrontación extrema, la ofensiva kirchnerista en Jujuy les permitió mostrar una imagen de unidad con Bullrich y Rodríguez Larreta en el centro de la escena. Un beneficio impensado, regalo fortuito de la estrategia atolondrada de Cristina.

Lo mismo podría decir, desde la vereda del peronismo, el sorprendente “Pichichi” Daniel Scioli. Con el respaldo público de Victoria Tolosa Paz (más el de su marido, el publicista peronista José “Pepe” Albistur), y el apoyo temeroso y bajo cuerda del Presidente y el del clan Moyano (Hugo padre, Pablo y Hugo hijo), el embajador argentino en Brasilia se le plantó a la alianza del kirchnerismo y el Frente Renovador de Sergio Massa.

En la noche del miércoles, luego de que Scioli y Tolosa Paz fueran a la Justicia a reclamar contra el reglamento que Máximo Kirchner había impuesto para la interna del PJ bonaerense, el kirchnerismo y el massismo se resignaron a darle los avales necesarios para que “Pichichi” compita. Siempre en la creencia, claro, de que podrán derrotar con facilidad al cisne negro de la esperanza y el optimismo.

Tampoco es que estaban tan seguros. Tal vez se hubieran evitado así algunas imágenes de peronismo explícito.

En la madrugada del jueves, algunos gobernadores e intendentes seguían haciendo gestiones discretas para convencerlo a Scioli de que bajara su candidatura y el peronismo fuera con una fórmula única a una elección tan desfavorable. Una elección ingrata e impredecible que se parece cada vez más a un pasaje de ida hacia la derrota.

Fuente: Infobae

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