Solo los distraídos del poder pueden haberse sorprendido con el fallo de la Corte Suprema que suspendió las elecciones en Tucumán y en San Juan. El choque entre el máximo tribunal de justicia de la Argentina y el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner era la crónica de una tormenta anunciada.
El 15 de diciembre del año pasado, Horacio Rosatti dio la primera señal durante la cena de la Asociación de Magistrados. Hacía dos años que el encuentro no se realizaba por el Covid. No hubo un solo funcionario del Gobierno. Al ministro de Justicia, el rionegrino Martín Soria, ni siquiera lo invitaron. No fueron los jueces federales de Comodoro Py y tampoco estuvo Ricardo Lorenzetti, quien se enfermó cuando el virus ya era un mal recuerdo en el mundo. El clima era tenso. Ese día, la Corte había confirmado la condena de la activista kirchnerista Milagro Sala.
“Esta Corte no negocia fallos ni sus integrantes se cuecen en el primer hervor”, avisó Rosatti, quien se sentó en la mesa principal junto a Carlos Rosenkrantz y a Juan Carlos Maqueda. Esa había pasado a ser la nueva mayoría. La que aceptaba la batalla judicial y política que le proponían Cristina, Alberto y el kirchnerismo.
Horaco Rosatti había anticipado lo sucedido en la cena de la Asociación de Magistrados
“Estamos unidos como los tres mosqueteros y vamos a sacar los fallos cuando corresponda sacarlos; las componendas hay que buscarlas en el despacho de allá”, es la frase que repiten los tres ministros, usando una metáfora de la novela de Alejandro Dumas. Y, de paso, marcan las diferencias con el cuarto integrante de la Corte, Ricardo Lorenzetti, a quien buscan adjudicarle la construcción de supuestas maniobras con el kirchnerismo.
Del fallo que suspendía las elecciones en Tucumán y en San Juan, complicando la suerte de los candidatos peronistas Sergio Uñac y Juan Manzur, Lorenzetti recién se enteró cuando abrió su computadoras portátil en el Vaticano. Nadie le avisó nada y sus colegas de la Corte dieron a conocer la estruendosa medida mientras el jurista santafesino estaba compartiendo en Roma una interpretación de León Gieco (“Solo le pido a Dios”), nada más y nada menos que con el Papa Francisco. Cantaron aquellas estrofas del monstruo grande que pisa fuerte, pero no se imaginaron que era para tanto. La Argentina ardía como casi siempre.
Los candidatos perjudicados se lanzaron de inmediato a la resistencia. Denunciaron a la Corte por vulnerar el federalismo ad hoc de los gobernadores peronistas, aunque tanto Uñac como Manzur comenzaron a explorar un listado de posibles reemplazantes para cuando se confirme la fecha de las elecciones. El sanjuanino tiene muy a mano a su hermano José Rubén Uñac para que en las boletas solo haya que cambiar los nombres y no el apellido.
Lla Corte Suprema suspendió las elecciones en Tucumán y en San Juan
En las horas de confusión, era inevitable que aparecieran las venganzas. La primera fue la del ex gobernador y diputado por San Juan, José Luis Gioja. “Uñac sabía que no podía ser candidato; se lo dijimos en todos los idiomas, se lo dijeron los abogados, que tenga un poquito de grandeza…”, hundió el puñal en las costillas de quien fue su sucesor político en la provincia de Sarmiento. Hace una década, Gioja logró permanecer con vida luego de la caída de un helicóptero desde cuarenta metros. Y desde que se conoció el fallo de la Corte que asfixia a su adversario, está disfrutando con el placer de los sobrevivientes.
En el caso de Manzur, las opciones también eran complicadas. Había dicho que no renunciaría a la candidatura hasta que se resolviera el fondo de la impugnación, pero de inmediato puso en marcha la posibilidad de hacer un swap con el senador tucumano Pablo Yedlin. El legislador podría terminar en la boleta como candidato a vicegobernador y en la Cámara Alta quedaría el senador suplente de Yedlin. ¿Quién es? Manzur, por supuesto. Previsor y buen hijo de sirio libaneses, el médico que fue ministro de Salud de Cristina y jefe de gabinete de Alberto, podría seguir haciendo política como senador. El jueves por la noche, aceleró sus planes y anunció que renunciaba a la candidatura a vicegobernador que la Justicia había impugnado. Game over.
Del mismo modo, el fallo de la Corte Suprema puso en movimiento al Gobierno. A Alberto Fernández le sirvió para mendigar unos minutos de protagonismo y hacer una cadena nacional denunciando la intromisión de los jueces en la ingeniería institucional de las elecciones. El Presidente anunció, con una pompa más digna de sus primeros meses de euforia política en su gestión que de este presente de evaporación acelerada, que iba a ampliar los fundamentos del juicio político que lleva adelante la comisión de justicia del Congreso. Una investigación que solo ocupa espacio en la prensa kirchnerista porque el peronismo no consigue los votos necesarios para llevar la cuestión al recinto y avanzar en serio.
Axel Kicillof reconoció que “hay posibilidades” de desdoblar la elección en la provincia de Buenos Aires
También Sergio Massa aprovecha el reflujo del efecto Corte Suprema. El ministro de Economía reforzó en sus discursos el pedido para que no haya PASO en el Frente de Todos y él se convierta en el único candidato presidencial. El problema para Massa sigue siendo la inflación. El impacto social del conflicto de poderes es inexistente cuando se lo compara con el indice de inflación de abril cercano al 8% que el Indec va a anunciar este viernes. En el pizarrón de campaña de Massa y de cualquier otro peronista, Bill Clinton hubiera escrito: “Es la inflación, estúpido”.
De todos modos, Massa continúa decidido a ser candidato presidencial con una inflación mensual que se aproxima a los dos dígitos y una inflación anual que camina hacia el 120%. El jueves, durante un acto en la localidad de Navarro, explicó los ejes temáticos de su estrategia de campaña: “No nos entra un quilombo más; necesitamos orden político para que haya orden económico”, instruyó, con el argot de la tribuna popular de Tigre.
Pero en el peronismo siempre cabe un quilombo más. Como si no le faltaran obstáculos al ministro de Economía, Alberto Fernández señaló un rato después que “la inflación es un problema y para combatirla no puedo ser candidato; tengo que ser presidente”. Parece una broma del Presidente en decadencia, pero no lo es. Se trata simplemente de una zancadilla a Massa, como la que Gioja le tendió a Uñac. La competencia en el peronismo para ver quien ejecuta la mejor venganza contra un compañero del movimiento está alcanzando niveles de perfección inéditos.
A cuarenta días de la definición de las candidaturas, los gobernadores peronistas siguen huyendo de la trampa de ir a elecciones en la misma fecha que los comicios presidenciales. Alicia Kirchner desdobló las elecciones en Santa Cruz (se harán el 13 de agosto, junto con las PASO a nivel país), y Axel Kicillof admitió que va por el mismo camino. “Sí, hay posibilidades”, dijo por segunda vez en tres días el gobernador. El teorema dice: ¿Alicia desdobla?, ¿Kicillof desdobla?: Cristina aprueba que se despeguen de las presidenciales. Evidentemente y a pesar de que apoya la postulación de Massa, la Vicepresidente tiene serias dudas sobre la posibilidad de una victoria en las elecciones presidenciales.
Entre los dirigentes del Instituto Patria y de La Cámpora, cada vez va cobrando más vuelo la alternativa del desdoblamiento en la provincia de Buenos Aires. Y el refuerzo de la boleta exclusiva con la candidatura a la reelección de Kicillof con el complemento de Cristina candidata a senadora nacional. Una postulación que viene con una yapa conocida. Son los fueros parlamentarios que la protegerían frente a la alternativa de la confirmación de su condena a seis años de prisión por fraude al Estado en la causa Vialidad. Y la relación volcánica con la Corte Suprema confirma que ningún planeta está a salvo en la galaxia de Cristina.
Entre tanta palabrería insustancial, hay una observación importante en el discurso del Presidente contra la Corte Suprema. Y es cuando señala que los jueces no tienen el conocimiento suficiente para opinar sobre la economía de la Argentina, afirmación que alumbra una contradicción flagrante. Si un abogado, como lo son los magistrados, no puede opinar de economía tampoco podrían hacerlo los abogados o los ingenieros que ejercen de presidentes. Es decir, Alberto se invalida solo.
El último martes, en el seminario de AmChan que agrupa a las empresas de orígen estadounidense, Horacio Rosatti no solo opinó de economía. Dejó en claro que las bases del programa económico que tiene la Constitución Nacional establece que la Argentina es un país capitalista. Y enumeró tres pilares de ese programa: respeto a la propiedad privada, a la iniciativa de los particulares y a la competencia. “Si se quiere otro sistema, hay que reformar la Constitución”, detalló para que escuche Cristina.
Y en el párrafo siguiente, el presidente de la Corte le apuntó a la expansión incontrolada de la emisión monetaria. “Implica no defender el valor de la moneda y traicionar el mandato de la Constitución que está por encima de todos nosotros”, advirtió Rosatti. Un palazo para la emisión sin freno como herramienta económica, y una advertencia sobre la defensa del valor de la moneda. Un mensaje destinado a apaciguar a los dolarizadores como Javier Milei.
En el discurso de Rosatti ante la AmChan no apareció, sin embargo, otra decisión que la Corte Suprema debe tomar en los próximas días. Se trata de las apelaciones que el intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, les hizo a la designación de Máximo Kirchner como presidente del Partido Justicialista Bonaerense hace dos años. Los tres mosqueteros lo tendrán pronto a la firma y el pronóstico no es optimista para el kirchnerismo en retirada.
Ya lo dijo Séneca hace más de dos milenios. Si no sabes hacia donde se dirige tu barco, ningún viento te será favorable.
Fuente: Infobae
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