
El crimen del camionero Jara, no sólo resulta una noticia deleznable en todos los sentidos, sino creo que también marca el desborde social que se expande en todo el territorio de nuestro país. Tres camioneros oriundos de la ciudad vecina de Daireaux son los acusados y unos 30 más se convirtieron en cómplices de este hecho aberrante.
Más allá de cualquier explicación que se intente dar, se cometió un crimen en categoría de linchamiento contra un trabajador que sólo quería seguir trabajando.
Hasta dónde y hasta cuándo se seguirá incumpliendo una premisa tan básica como aquella que decía ” Mis derechos terminan, donde comienzan los del otro”. Un pensamiento básico para llevar adelante cualquier tipo de organización social.
Pues bien nuestra Argentina, se ve por estos días, invadida por ignorantes de todo principio que se adueñan de la vida de los demás, sin derechos, razones ni sentido común.
Las autoridades, bien, gracias.
Las fuerzas primarias de seguridad se encuentran atadas de manos, con falta de presupuesto y cada vez menor preparación. La Gendarmería o Prefectura no dan abasto tampoco y se ven impedidos por una maraña de abogados, (los verdaderos dueños de casi todos los problemas que atravesamos), que impiden y ensucian toda medida que existiera para protección de los ciudadanos de bien y los que queremos seguir teniendo una vida en paz y sin impedimentos vemos con impotencia como este país se va desintegrando. Esos ciudadanos que no le pedimos nada al gobierno de turno.
Los derechos son para las minorías exóticas, los extranjeros, narcotraficantes, delincuentes de todos los estilos, dirigentes corruptos, asesinos y todo aquel que se ampare en las leyes ultra garantistas que este sistema corrupto y miserable ha ido edificando en favor de la disolución social y cultural de nuestro país.
Guillermo Jara es uno más de los miles de ciudadanos que dentro de pocos días, sólo será un horrible recuerdo para su familia. Guillermo Jara fue linchado y asesinado por la ineptitud miserable de quienes deliberadamente están convirtiendo a nuestra Argentina en un territorio triste, paupérrimo y desamparado.
DOMINGO SAN ROMAN
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