David A. Hirtz (Senador UCR – JxC)
La inflación y el desorden absoluto de la economía es la preocupación cotidiana de los argentinos en forma absoluta. Las últimas encuestas de opinión revelan que bastante más del 50% de los habitantes cree que la inflación y la economía son nuestro principal flagelo. En plena pandemia (agosto 2020) sólo el 9,9% pensaba lo mismo. Tan asumido está el problema económico que el 66,8% de la sociedad piensa que la situación está peor o mucho peor que hace un año. Los mismos opinadores estiman en altísima proporción que dentro de un año la situación estará aún peor.
Es posible que la magnitud de nuestras penurias económicas nos haga pasar a un segundo plano otra de las facetas de nuestra vida cotidiana que se halla fuera de control y afecta nuestras vidas en forma grave: es la inseguridad. La información diaria no siempre pone este flagelo en primer plano, pero la realidad es que no hay día sin que el asesinato en ocasión de robo, la desaparición de personas, las agresiones, violaciones y ataques a la seguridad esté en la agenda. Todo ello potenciado por otro factor en descontrol: el crecimiento de las adicciones y el narcotráfico. Las estadísticas y los portales informativos siguen mostrando a la ciudad de Rosario descontrolada y con zonas bajo control del narco. Sin embargo, la escasa información con método de los hechos de violencia y muerte en el conurbano de Buenos Aires no nos permite poner el lente en una zona ya en descontrol con amplias villas y barrios dónde, ni fuerzas de seguridad ni el Estado, puede ingresar.
Argentina tiene un ejército de casi un cuarto de millón de personas que están al margen de la Ley. Casi todos armados y con muertes y violencia en su haber. Los que ingresan en las cárceles son cada vez más jóvenes y despiadados. En ese mundo matar, da prestigio. En el libro Tras los Muros se define como la delincuencia se forma en la calle, no en las escuelas. Preparándose para vivir pocos años por que no ven futuro. El delincuente no quiere envejecer, quiere una juventud intensa de dinero fácil.
Nuestra población carcelaria más que se duplicó desde el advenimiento de la democracia. Parece ser que la solución no es la cárcel, sino atacar la fábrica de presos. La marginalidad, la pobreza perpetua, la ausencia de educación hace que se elija el camino del crimen. El populismo imagina que dar dinero a los pobres es una solución. Lo que se consigue es hacer más confortable la pobreza anulando la voluntad de trabajar.
Mientras impere la idea de que distribuir riqueza es regalar dinero a los que menos tienen, la delincuencia seguirá prosperando y el futuro solo será seguir construyendo cárceles. La seguridad no es solo un problema de jueces, policías y penitenciarios. Involucra a educadores, economistas, médicos, psicólogos y por supuesto interpela a la clase política. La experiencia en muchos países (especialmente en América) es que las crisis económicas suelen superarse con el tiempo. Pero la delincuencia y el narcotráfico una vez afincados resultan letales para la vida de los pueblos donde se instalan.-
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