Gisela Aschemacher tiene 25 años, es de Darregueira y ha viajado por varios países en los últimos años. Estuvo en Brasil, Chile, Costa Rica, México, España e Italia y hasta realizó un voluntariado en Sri Lanka (India), pero ninguna experiencia se compara con lo que vivió las últimas semanas en África, donde se encuentra varada hoy, sin poder retornar a Europa, donde vive y trabaja.
Hasta hace algunos días brindaba su tiempo al orfanato Baby Life Rescue Centre, de Mombasa, Kenia, donde viven unos 20 niños, de entre 2 meses y 10 años pero a partir de la pandemia comenzaron a tomarse medidas de aislamiento y ya no pudo verlos.
“Estoy viviendo uno de los choques culturales más fuertes desde que comencé a viajar”, resaltó.
La joven, quien es técnica superior en hotelería, se anotó en España para colaborar con la ONG Voluntarios en Kenia mucho antes de que el Coronavirus fuera una preocupación mundial.
Donó 150 euros por semana y agendó una fecha para ser voluntaria por un mes. El aporte incluía su alojamiento y comida.
En Mombasa (Kenia) se abocó al orfanato. Iba mañana, tarde y noche, de lunes a viernes, a dar el desayuno, el almuerzo y hacer los deberes con los niños, dar la cena, bañarlos y acostarlos a dormir.
En Kenia hay tres millones de niños huérfanos o abandonados.
La viajera aseguró que en este país se sufre más la crisis que ocasionó el COVID 19 porque hay mucha gente que vive principalmente del turismo y la mayoría de los hoteles están cerrados.
“En Kenia recién está comenzando todo. Según informes del gobierno habría unos 150 casos confirmados, pero se supone que son varios más”, dijo.
La realidad es que no tienen dinero para hacer los tests y las pruebas necesarias a todas las personas que lo requieren, por ende, la población supone que hay muchos más casos ocultos.
Por el momento, las medidas que se tomaron son el cierre de las fronteras y de los colegios, y un toque de queda desde las 19 hasta las 5 de la mañana.
Los bares y restaurantes también están cerrados, exceptuando algunos que dependen de hoteles que aún tienen turistas alojados. Por 21 días –inició desde el pasado martes- también prohibieron el tránsito entre ciudades de diferentes dependencias.
“A decir verdad, África sufre pandemia y crisis continuamente y lamentablemente están acostumbrados a sobrellevarlas como pueden”, comentó.
“La gente que vive el día a día vendiendo cosas en la playa o en la calle está realmente complicada. Hablar de aislamiento en un sitio donde muchos no tienen donde dormir es complicado”, dijo.
Señaló algo curioso: muchos de los africanos que fueron discriminados en otros continentes por su color de piel o procedencia hoy temen a los blancos en su tierra.
“A partir de este virus, ser blanco en Kenia es, en parte, una amenaza”, dijo.
La población del país asciende a 46 millones de habitantes y, por el momento, la incidencia del virus es baja: se calculan unos 3 infectados por cada millón de personas.
“Con respecto al confinamiento aquí en Kenia, y en África en general, es muy complicado. La gente no tiene recursos, y vive el día a día. A esto hay que sumar que gran porcentaje de la población debe salir en busca de agua”, contó.
El espacio es un lujo. Muchas personas viven hacinadas en pocos metros cuadrados y hasta a veces se turnan para dormir.
“La higiene es otro punto débil. Muchas veces no tienen agua corriente y el jabón sería un gasto innecesario cuando hay hambre”, dijo.
“El desafío adicional para África son las enfermedades y las condiciones de salud que ya existen y que podrían predisponer a las personas a peores resultados si se infectan con COVID-19”, reflexionó la voluntaria.
Es un continente que superó muchas epidemias y la población ya conoce la lucha contra ellas. No los toma de sorpresa, pero saben que no tienen sustento económico suficiente.
Las condiciones sanitarias son aceptables en hospitales privados pero existe un sistema público de baja calidad y un sistema privado de mejor calidad pero muy costoso.
“La característica del pueblo africano es su resiliencia y su vivir en el presente. Cada día es un obstáculo difícil de superar, la imaginación no sobrepasa las veinticuatro horas, no se hacen planes ni se acarician sueños”, dijo.
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