
Los hechos de violencia y desestabilización de las vecinas naciones de Chile y Bolivia, si bien con diferencias sustanciales entre ambos gobiernos, ponen en evidencia el estado de malestar de los pueblos hermanos. La injusticia, la corrupción, el abuso de poder y una evidente falta de consideración son los detonantes que llevan a las comunidades a las calles y generan una situación que se torna inmanejable para las dirigencias políticas e institucionales.
Esa es la realidad que el mundo actual está reflejando, como un alerta que los habitantes de más de 70 ciudades en el planeta están protagonizando, y que en mayor o menor medida se expresan contra las determinaciones de sus gobiernos y la injusticia del sistema socio económico moderno que deja sin posibilidades de progreso y bienestar a las poblaciones y por otro lado enriquecen grotescamente a grupos pequeños de poder.
El alerta que implica esta nueva manera de exigir, da cuenta de lo alejados que van quedando los dirigentes, que no alcanzan a comprender las razones por las cuales se les escapa el control y la paz interior.
Son en su gran mayoría los jóvenes quienes encabezan estas manifestaciones y se caracterizan por no reconocer liderazgos. Tienen exigencias concretas y no parecen tener intenciones de negociar si la realidad no se cambia radicalmente. El hartazgo es la actitud generalizada y va siendo hora que se comprenda el mundo que se viene.
La paz social e institucional no se recuperará en tanto y en cuanto la equidad no se convierta en una realidad para todos.
DOMINGO SAN ROMAN
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